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de mi puño y letra

Posted in Uncategorized by somezing on May 29, 2008

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mis cosas

Posted in Uncategorized by somezing on May 20, 2008

Voy a pagar las compras, a sacar las llaves o a guardar el DNI y está allí siempre, la tiza verde. ¿y creéis que me acuerdo de sacarla!??? ¡qué va! Hace semanas que está ahí, en el monedero! tengo una tiza verde! Para empezar, no sé cómo llegó allí y para acabar, no me acuerdo jamás de sacarla! Porque yo tengo esta cabeza!!

Pero claro, luego, cuando ves mi estuche, lo entiendes! Tengo un tren minúsculo de madera, unas minipinzas rosas, el dibujo de unas bragas plastificadas, una cruz, un trozo de cremallera, y, ya, si acaso, bolígrafos y tal, pero mientras tanto, todos los tratos posibles. Tengo hasta un trozo de papel de mi amiga en el que me decía en segundo de carrera que tenía antojo de chocolate.

Claro, luego vas a mi clase y está todo impecable, cada cosa en su armario, en su caja y en su historia. No tiene sentido. Tan apañá para unas cosas y tan desastre para otras.

Por ejemplo, para mi, la semana pasada fue espantosa porque de cinco dias, tuvimos tres mañanas con salidas y eso, para los crios es de lujo porque no dan clase, pero para mi, que soy la maestra que está pendiente de ellos y tal es lo peor, además, tenía todo hipermega programado para no perderme y acabar bien el curso y he tenido que reprogramarlo todo por perder tres dias enteros. En fin.

En resumen, que soy un tanto maniática para unas cosas y completamente dejada para otras!!

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"EL ADIÓS"

Posted in Uncategorized by somezing on May 11, 2008

Había llegado el día y Alith seguramente me esperaría impaciente en el salón. Ambos habíamos aguardado durante mucho tiempo este momento, el instante en el que yo, su padre, le haría entrega de mi equipo de batalla en señal de su mayoría de edad. El día en el que se convertiría en uno más de la orgullosa unidad de Yelmos Plateados de la ciudad. El día que mis miedos regresarían de nuevo.
Sabía que mis pisadas, cada vez más cercanas sobre el mármol, hacían palpitar con fuerza el corazón de Alith, pues yo había vivido lo mismo muchos años atrás. Entraría en la sala sosteniendo en mis brazos el escudo blanco, con las hendiduras de decenas de batallas disimuladas con la pintura, y sobre éste una fina espada forjada por habilidosas manos élficas: mi espada.
Con determinación empujé las puertas que se abrieron con un leve chirrido sobre sus goznes. Delante de mi Alith dibujaba una amplia sonrisa con los ojos vidriosos por la emoción.
– Llegó la hora. Hijo mío, este escudo y esta espada han pasado por las manos de tu padre y de todos tus ancestros. Espero que algún día seas tú quien hagas entrega de este equipo a tu descendencia.
– Padre… –nuestros ojos se cruzaron, pero mi mirada era profunda y veía más allá de Alith. Mis recuerdos tomaban alas para volar allende la habitación de mármol blanco. Una vez más regresaba a mi pesadilla…

…La tenue luz pasaba a través de las copas de los árboles como un breve vestigio de lo que había sido el verano. Las hojas comenzaban a desprenderse y un manto amarillento cubría el valle. Bajo la atenta mirada de las aves que esperan el festín, los dos ejércitos marchaban para encontrarse.
A un lado aguardaban nuestras ordenadas filas con sus pulcras armaduras reflejando la luz del sol tardío. La mayoría éramos demasiado jóvenes para formar parte en una batalla tan decisiva, pero no podíamos esperar a que llegasen los refuerzos del Rey Fénix. Bajo los rostros serios e impasibles se refugiaba el miedo a la muerte pues ante nosotros, como una auténtica marea verde, la horda de orcos y goblins se impacientaba con sus ansias de derramar sangre élfica. Las malignas criaturas lanzaban al cielo aterradores gritos de guerra capaces de petrificar al más valiente guerrero…
– ¿Entonces esta es tu primera batalla, Elehar? –me preguntó el capitán de la unidad. Tal vez quería calmar mis nervios, pues sabía que era la primera vez que entraba en combate.
– Así es, señor. –contesté orgulloso aferrando con fuerza las riendas de mi corcel.
– Pues reza a Asuryan para que no sea también la última. –dijo el capitán sin apartar la vista del frente.

Tragué saliva evitando exteriorizar el miedo que empezaba a apoderarse de mí. Hasta ese día había vivido con la ilusión de ser un orgulloso guerrero como mis ancestros, pero ahora que estaba en el campo de batalla me planteaba si estaría a la altura.
El comandante pasó sublime sobre su majestuoso corcel por delante de todas las unidades. Infundía ánimo a las tropas y gritaba a los dioses para que le escucharan y nos protegieran. Todos deseábamos creer sus palabras, pero cada vez que nuestros ojos atisbaban la marea de grotescos estandartes que se alzaban en el horizonte, el estómago se nos encogía. A una señal del altivo noble, el ejército entero se puso en marcha. El capitán que dirigía la unidad de Yelmos Plateados en la que me encontraba, espoleó a su corcel iniciando la galopada hacia el griterío de la horda mientras cientos de virotes volaban sobre nuestras cabezas en busca de los orcos. Ya no había sitio para el miedo en nuestros corazones.
Oía el viento silbar entre las ranuras del yelmo, mezclado con el sonido de los cascos al cabalgar sobre el manto dorado del valle. Toda la unidad se dirigía contra la masa verde al ritmo del cuerno de guerra del músico. Pronto ese melódico sonido cambiaría por el pavor de la batalla.
El impacto fue similar al de una ola contra la abrupta costa. Muchas de las lanzas de los jinetes se quebraron y numerosos orcos fueron atravesados por aquellas plateadas puntas llevadoras de muerte. Las imágenes y sonidos se volvieron confusos, cientos de ellos pasaban ante mis sentidos a un ritmo vertiginoso, cuerpos, gritos agónicos, sangre, rugidos… De pronto sufrí un fuerte impacto en un costado que me hizo perder el equilibrio. Ahora lo único que veía era la húmeda tierra pisoteada. Un desagradable olor a orco, sudor y sangre invadían mis fosas nasales. Me entraron náuseas. Desenvainé la espada que acababa de recibir de mi padre, y traté de levantarme apoyándome en ella. Arrojé el yelmo lejos de mí porque reducía mi campo de visión y con un fuerte grito me abalancé hacia la refriega. En esos instantes olvidé todo cuanto había aprendido de mi progenitor en técnicas de lucha, sólo servía un estilo de combate: el de la supervivencia.
Ante mi emergió de la multitud un enorme orco. Yo era su próxima víctima. Su armadura cubría casi la totalidad de su cuerpo, y las pocas zonas desprotegidas dejaban entrever su negruzca piel. Tuve que alzar la vista para ver su grotesco casco, a través del cual brillaban dos ojos inyectados en sangre. Su tamaño me sobrepasaba como si de un gigante se tratara y sus gruesos brazos portaban una imponente hacha de batalla, pero eso no mermó mi determinación. Ciego de ira, me arrojé con todas mis fuerzas impactando en la coraza, sin embargo no fue suficiente para herirlo. Con una estridente carcajada, el orco ondeó su hacha de batalla en mi dirección. Pude esquivar la primera embestida, pero apenas pude interponer el escudo entre el hacha y mi cuerpo en su segundo ataque. El brazo me tembló y un agudo tintineo metálico resonó en mis tímpanos. Un fuego interno recorría mi brazo y solté el escudo aferrando con ambas manos la espada, entonces todo pareció volverse en silencio. Ya no había gritos, ya no había nadie más que nosotros dos. Era mi oportunidad.
Realicé un rápido movimiento directo a su cuello casi sin mirar. La espesa sangre orca me salpicó la cara y los segundos me parecieron horas. Ante mi yacía el cuerpo decapitado del orco y el fragor de la batalla regresó a mis oídos.
La batalla continuó durante unas horas más, hasta que finalmente el sol se posó sobre las montañas tímidamente antes de ocultarse y los pocos supervivientes de la horda se batieron en retirada. La luz del astro llenó de tonos rojizos el cielo, como si los dioses hubiesen querido participar en tal sangrienta batalla reflejando en el cielo lo ocurrido en el valle. Estaba exhausto, ante mí se dibujaba un terrible espectáculo que laceraba la vista. Cientos de cuerpos se amontonaban en el valle y las hojas marchitas que lo cubrían estaban ahora salpicadas de sangre. Los elfos supervivientes vagaban como almas en pena por el campo de batalla buscando amigos y familiares, algunos aún tenían fuerzas para empuñar sus armas contra los enemigos heridos que yacían por doquier. Muchos de mis hermanos de armas no regresarían a sus casas, pero a cambio los orcos no amenazarían durante muchos años esas tierras.
Yo había contribuido a aquella victoria de los míos. Había derramado mucha sangre enemiga pero sin embargo siempre recordaría aquellos ojos. La imagen de aquel terrible orco me acompañaría para el resto de mi vida…

– …Padre, seré digno portador de este escudo y esta espada… ¿Padre? –el brillo de los ojos regresó a mi mirada esfumándose los recuerdos de mi mente.
– Si, por supuesto que sí, hijo mío. Ahora sobre tus manos se encuentra la fuerza de nuestro pueblo. ¡Que la gloria de antaño renazca para nosotros!
– Así será, padre.
Alith se colocó la armadura con mi ayuda. Cada correa y hendidura traían un recuerdo a mi mente. Pero los años de juventud pasaron y la vejez se apodera de mi inexorablemente.
– Nunca des la espalda a los dioses, ellos te protegerán.
– Haré todo cuanto me has enseñado. –dijo Alith despidiéndose con un abrazo de su viejo padre.

Y ahora desde un balcón contemplo como mi hijo, la esperanza de mi casa, se aleja galopando con su plateada armadura hacia la batalla. Tal vez los dioses lo guiarán como lo hicieron conmigo…

ESCRITO POR FLAT
Este relato no lo he escrito yo, sino Flat y me encanta. De hecho me gusta tanto que le he estado insistiendo ni sé el tiempo para que me deje publicarlo aquí y que se dé a conocer!!!! Lo escribió para un concurso de relatos fantásticos y ahora lo pongo aquí para que disfruteis de él tanto como yo!!!! (jo, qué orgullosa estoy de Flat!!!!!)
La foto la he sacado de esta página: http://www.mazingervigo.net/imagenes/articulos/altos_elfos3.jpg, aunque me dicen que está en mil páginas!

frases célebres segunda parte editado

Posted in Uncategorized by somezing on May 4, 2008
Ya estamos aquí! He llegado hace tres minutos del pueblo de Flat, que tuvimos romería y tengo unas agujetas en el culo enormes!! No voy a volver a contar otra vez la romería, que ya lo hice una vez, ampollas, agujetas, empanadillas y dedos hinchados… lo de siempre, vamos.
El post de hoy es el segundo recopilatorio de Frases célebres de mis crios. No hay tantas como la última vez porque aquella era recopilación de un montón de meses, pero sirve la muestra.
«Maestra mira, un escriminal» Gloria 5º
«Jose tienes que decir si Pep es paciente o desempaciente» Gloria
«Me salió una fición en el labio» Loles 3º
«Ayer no vine porque mi hermana estuvo ingresada por afición de orina» Loles
«Maestra dame en candelario. ¿el qué Loles? Maestra, en cadenlario!» Loles
«Edoploración del suelo» Loles (hablaba de la erosión)
«Jose: maestra ¿llevas hijos? Gloria: No te metas en su vida semitetal»
«Bilal no es moro, es marroquero» Juan Antonio, 3º
«He visto a los GEOS y a los antiturbios» Beni 5º
79.000, «Minerva: ¿qué número es Andrés? Andrés: siete mil nueve mil»
«Maestra, hay dos mujeres de pelo en pecho y una le dice a otra, estoy harta de ser tu felpudo» Paulo 3º (hermano de Gloria)…¿¿es un chiste??
12:3 igual a 4; «Bilal: Las partes de la división son 12, 3 y 4. Melany; las partes de la división son dividendo, divisor, consciente y resto»
«Jessica tiene que comer y Domenica tiene que desgrasarse» Mamá de Domenica y Jessica, italianas
«¿dónde está el pránqueas?» Juan 6º

«mi hermana es muy ortográfica» (fotogénica) Juan 6º

Y después de ésta muestra, unas fotos de algunos de los trabajos de los niños en la clase de plástica, jeje


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